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Parte 4, los tatuajes

Apuesto a que alguno de mis lectores más anciano -es probable que más lectoras que lectores- se acuerdan de una entrada de la que me siento muy satisfecho acerca de un personaje que vi en el gimnasio, cuando iba al gimnasio.

El hombre tenía de todo, sólo hay que leer la descripción, pero dejé para algún momento posterior hablar sobre su tatuaje, y claro está, mis ideas sobre tal tema.

El dibujo de aquél señor, ejem, señor… El dibujo de aquél, era la cara a tamaño A3 de John Locke de forma que ocupaba toda su rolliza espalda, y una frase con referencias sexuales hacia su persona y su alopecia.

A pesar de lo desconcertante que pueda ser, si el tipo es un freak de Perdidos y adora al personaje, tampoco se le puede culpar por ningún delito, se desnudó en un sitio pensado para ello.

Ahora, mis enfrentamientos neuronales acerca de los tatuajes. No me terminan de gustar, pero puede que algún día me haga uno.

Un tatuaje es algo que vas a llevar siempre, aunque luego puedan intentarse eliminar o modificar, siempre estará contigo, igual que un antojo, peca, lunar o si tienes un dedo de más en el pie. Sólo que en lugar de ser un capricho de la naturaleza, el resultado de exponerte a energía nuclear, un accidente con una sierra o cualquier otra cosa fortuita, aquí eres tú quien decide si marcarse o no. Quiero decir, hay que tener algo muy, muy claro como para saber que te va a complacer desde el primer pinchazo hasta que te tomen las medidas para un cajón de madera. Y eso, tan sencillo como es, se escapa de la mente de bastantes.

Lo primero que me viene a la cabeza son las chicas que deciden ponerse unas gilipolleces informes encima del trasero para que no sólo les mires el tanga cuando se montan en la scooter del cani de su novio. Cuando llegue a los 50 y haya parido a 3 hijos sin epidural no creo que le haga mucha gracia el haberse inyectado tinta, no haber tenido anestesia, verse arrugada, y como hace 30, sin haberse visto el dibujo de su trasero en vivo.

Yo, como clásico que soy, también asocio los tatuajes a los marineros y piratas, que de tanto recorrer los males tienen los brazos y piernas llenos de cicatrices y dibujos de sirenas. Aunque ahora como bucaneros al servicio del imperio británico no hay, y los que quedan son africanos o tailandeses armados con rifles semiautomáticos, pues pierde toda la magia. Así que deshecho la idea de las anclas en los brazos cual Popeye el Marino.

Los que tampoco me gustan nada son los de los futbolistas, los de letras chinas o árabes en los brazos, o caractéres cirílicos por la espalda. Pero bueno, como en el caso del coco, tampoco hacen ningún mal.

El tatuaje que me haría

Ciertamente, hay sólo un diseño, una idea si preferís, que conseguiría hacerme aparecer en el reality Miami Ink, sería pequeño, en el antebrazo izquierdo, de unos 10cm de largo y 2 ó 3 de alto, todo en negro. Tendría un sentido realmente especial y sé que de él no me arrepentiría nunca, es discreto y elegante.

Ya he comentado cientos de veces que me gustaría pasar una larga temporada fuera de España, fuera de casa, en Dublín o San Francisco, y aunque no sea el tipo más familiar del mundo, seguramente terminase echando de menos a la gente de aquí. Es posible que en un momento dado, hasta a una sola persona en concreto, ahora mismo no estoy preparado, pero de aquí a unos años… Así que lo que habría en ese tatuaje sería la frase: Wish you were here, con la segunda mitad de ella en llamas, como recuerda la portada. Recordando que los viejos rockeros nunca mueren, no me importa verme con 90 años y con ese rastro de tinta dentro de mí.

Siento que haya sido tan largo, pero últimamente escribo poco, así que lo concentro todo así. Y efectivamente, comparar la entrada de las tres primeras partes y esta hace que se me caiga la cara de vergüenza, pero qué le voy a hacer.

Visto en: Pigmentos vegetales.

9 respuestas a «Parte 4, los tatuajes»

Tu idea me parece muy chula, lo importante es eso, que cuando tengas 80 años no te avergüences de lo que te hiciste de joven en el cuerpo. Un piercing se puede quitar, pero un tatuaje ya es más complicado, y caro.
Me encanta Miami Ink!
 
 
 

Hombre, si no te arrepentiste antes, con 80 o 90 años ya no creo que te arrepientas. Tampoco es lo mismo hacerse un tatuaje con veintipico años que con 15, se supone que ahora uno ya tiene las cosas más claras y no se deja llevar por modas, se supone.
 
Yo nunca he tenido ilusión por un tatuaje. Dejando a parte que dudo que mi cuerpecito delgado lo luzca, nunca me gustó la idea de adornarme, aunque reconozco que según qué cosas y a según qué gente puede hasta quedar bien. El problema es que la mayoría de los que se tatúan no tienen gusto alguno.

Yo me haría uno si no fuese porque tengo fobia a las agujas…bueno realmente no sé que me haría…
PD: A mi me echarás de menos? :( jejeje es broma.

Ahora mismo… no. De aquí a unos años a lo mejor, cuando viva solo. Lo que comenta Alex de tener las cosas más claras a los veinte que a los 15, puede. No sé, ni siquiera tengo 20 aún… y ya estoy demasiadas por sentadas. Ya digo que esto no me molestaría, creo que de aquí a decenios después tampoco.

Por tu parte, Ponzonha, amplía lo que quieras, este post en sí es fácilmente mejorable.

Por cierto, me he olvidado otro de los tatuajes-tipo que me repugnan, los que hacen la función de brazalete con unas líneas que insisten en llamar «tribales», suelen tenerlos los tíos guays que hacen pesas. He visto varios de esos una vez el hombre ha dejado de practicar levantamiento de peso, y desmerece muchísimo, y a los 60 ni os cuento, pero ahí estaba.

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