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Mi primera y única videollamada

Como ya sabréis a estas alturas de la semana, Apple presentó una obligada revisión de su producto estrella (después de las cuentas .me), el iPhone, en la conferencia anual para desarrolladores (a quienes únicamente se refirieron para subrayar las gordas cifras de la tienda de aplicaciones, pero es el nombre de la conferencia) e imagino que alguien andará preparando su soporífera opinión como ya es habitual. El modelo me gusta, ya lo adelanto, no estéticamente pues en negro me recuerda a la consola para freaks de nivel 100 GP2X y en blanco podría pasar por un LG o un Samsung cualquiera. Pero creo que tiene mucho potencial. Un gran cambio.

De entre las novedades (de las que, sin duda, me quedo con la pantalla) han hecho mucho hincapié en el FaceTime, un engañabobos, lo que aquí anunciaba Movistar hace años como videollamada. Nada novedoso, pero muy Apple, coge un concepto ya existente, cambia el nombre y consigue que parezca algo guay. ¿Que nadie hacía uso de ese servicio? Pues mira qué monos salen tus hijos en el teléfono. En casa, y sobre wifi, esto es, no esa cosa tonta de ir por la calle con el teléfono de la mano enfocándote la cara. Digamos que han cogido la rueda y han cambiado el neumático. Fin. Salvo por un punto, mucho flanderismo con el tema de la pornografía pero creo que está claro cuáles van a ser los usos principales del aparato con esas funciones, además, un uso muy yankee, irse al hotel, a una convención de probadores de colchones, dejar a tu macizorra novia (o eso dicen las pelis) en casa, y cuando llega la noche poder verla y que te vea, cambiando de cámara frontal a la trasera. No hay que tener mucha imaginación, ese teléfono se sujeta con una mano. El otro uso, obvio, es el más castizo, «¿Qué andas?», «Jiñando», «No jodas», «Sí, mira». Chof.

Y aprovechando el repentino interés que ha levantado esta vieja opción de los teléfonos voy a hablaros de la única, inaudita, primera y a la vez última vez que yo realicé una videollamada, o videoconferencia por el móvil, con calidad VGA. También, por cierto, la única vez que he hecho uso del 3G.

Sería hace cosa de tres años y medio. Un amigo acababa de comprarse un teléfono. No sé cuánto pagó por él, era un Nokia N70 (creo) y al adquirirlo le regalaron unos pocos minutos en llamadas (que se ventiló rápido) y otros tantos en videollamadas. Lo que se suponía iba a revolucionar la forma en la que nos comunicamos. Cuando se le acabó el saldo de las llamadas convencionales, lógico, tiró de las modernas. A ver qué pasaba. Y claro, para eso necesitaba algún contacto en su agenda que pudiera corresponderle visualmente. Tenía dos, un tercer amigo y yo. Primero probó con él y al no contestar, de postre seleccionó mi número en la agenda y pulsó el botón verde. Yo no había recibido nunca una llamada así, así que contesté como a una llamada normal, colocándome el aparato en la oreja. Enorme error pues, de primeras, al recibir una llamada de este estúpido tipo y aceptarla, se activa la cámara junto con el micro y el altavoz, de forma que oyes todo lo que pasa a su alrededor, malamente a él y todo a un volumen enfermizo.

Al asustarme por el sonido fui a bajar el volumen cuando, sorpresa, aparecía su careto en la pantalla. Todo genial. Yo, despeinado como siempre, sonriendo mongólicamente y advirtiendo, como un tonto, «Jeje, tío, sales ahí». Sí. Ni los comentaristas del corazón. Me explicó brevemente que me llamaba para probar el invento (y de rebote tras fallar su primer intento) y porque le salía gratis al haber cogido ese teléfono, comentó que se veía como el culo. Siguió hablando y a mí ya me mosqueaba porque, no lo he dicho, estaba en un autobús, con cuatro gatos, callados como putas al tanto del experimento inalámbrico. Parece ser que mi colega no terminó de darse cuenta pues soltó, con orgullo, «¿Y te acuerdas de Mariángeles? -separó la cámara para hacer con su otra mano un gesto de «tetas grandes»-, pues ya me la he tirado», momento en el que hasta el conductor del autobús, que por no llevar no llevaba ni radio, soltó un, «¡Ah!».

Colgué.

Y así fue. La videollamada era, es y será una tontería orientada al sexo.

Visto en: Línea 2.

4 respuestas a «Mi primera y única videollamada»

Todo esto, sin una foto de MAriángeles, no vale nada.

Yo también la usé una única vez: me acababa de comprar un LG muy chulo, de los de tapa y muy chulo, que permitía vídeo llamada. Quiso el destino que mi novia también tuviera un móvil habilitado para tal efecto, así que lo probamos de una forma totalmente asexual. Como ella vivía en una zona donde la cobertura 3G no era para tirar cohetes, fue «una y no más, Santo Tomás». Se veía aceptablemente bien, pero el sonido de fondo hacía casi imposible hablar sin gritarle al otro.

Mola el nombre de la entrada del trackback xD

Por otro lado, mi madre también hizo el experimento de la videollamada para ver cómo era. Por suerte, eligió a mi hermana, así que nunca la he usado.

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