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Lagarto Pensando en alto

Comprar y elegir la ropa por uno mismo

Supongo que hacerse mayor no es sólo dejar de pasarse el día sentado en un aula para pasarse el día sentado en una oficina y pagar alguna que otra facturilla. A veces tienes que romper con tu reciente «yo» del pasado y desviar el rumbo de tu vida hacia derroteros que apenas se me pasaron por la cabeza. A lo mejor para las chicas es más normal, a los 12 años ya aspiran a dejarse la paga en trapos y condones, pero para mí… bueno, quiero pensar que como a la mayoría de los tíos, excepto alguna camiseta, la ropa me la elegía mi mamá. Por supuesto, con todo el cariño del mundo.

Un día te levantas, te duchas, desayunas y te cepillas los dientes, pones música en el trayecto en autobús, enciendes el ordenador al llegar y dejas que Outllok se actualice, pura rutina, pero el muy cabrón descarga una circular interna de la empresa que dice que esto de ir guapetes va a ser la tónica diaria y los compañeros miran con cierta pena al joven becario de aspecto alternativo y una camiseta con un smiley amarillo cuya sonrisa y ojos están creados con la silueta de unos auriculares. Hay que ponerse las pilas y hay que ir de tiendas. Lo comentas en casa y, por inercia, tu madre dice que te va a llevar a tal sitio y a tal otro porque seguro que tienen algo que no sea ni muy así ni muy del otro modo y, en definitiva, que a ver cuándo tienes un hueco para realizar las compras pertinentes. Sin embargo decides que eso ya no es así, no hablas con nadie porque en algún momento del tiempo entre el 30 de septiembre y finales de noviembre dijiste que menos mal que el regalo de cumpleaños de tus padres (que suele ser elegido por tu madre) fue decisión de tu hermana, que te conoce. Y sí, lo dijiste en alto, con el consecuente disgusto materno que empieza a pensar que no conoce a su crío.

Esa persona que saluda cuando saludas a un espejo tiene que aparentar formalidad, imperativamente. Decide no contar con la ayuda de siempre pero, a ver, gilipollas no es, no le parece correcto ir y elegir lo primero que pille por puro sopor, así que él decide muy espabiladamente solicitar que una persona de su mismo rango de edad que trabajó durante años para Inditex lo acompañara y aconsejara. Y no veáis lo que flipan en la tienda cuando en lugar de pedirlo en negro preguntas si lo tienen en un 800. 120 euros y una cocacola después ya tenía las bolsas de la mano y una mente que pensaba en qué decir a su progenitora. «Mamá, me he comprado ropa». No hizo falta más, y afortunadamente ella pensó (con acierto) que yo para estas cosas soy un inútil redomado -por ello cree que es obligatoriamente necesario que ella misma realice tal labor-. Pero no es así. Le gusta lo que ve y esto hace que el conflicto se agrave, porque ella no lo hubiera elegido pese a todo, porque ella ahora ve que no es necesario que elija la ropa seria que me voy a poner en una determinada ocasión, incluso puede que no se conozca mi armario al dedillo aunque sepa que la camiseta de Supercoco estará doblada en la segunda estantería hasta que llegue algún fin de semana. Y se pone triste porque sabe que la chaqueta aquella gris de punto que te compró en Pull and Bear no te hace especial gracia ni ilusión y te llamará tonto por no ir a descambiarla, pero tú, cual niño bien educado repetirás una y otra vez que sí te gusta. Y te la terminas poniendo más de lo que crees aunque intentes que tu mirada no se cruce en exceso con tu reflejo.

Poco después llega Navidad, y tu madre, que sabes que siempre dirá que no pasa nada y que todo va bien, cree sinceramente que cualquier cosa que te regale no te causará una gran simpatía. Realmente sabes que va a ser así, no lo firmas, pero si tuvieras que apostar irías, obviamente, todo al 800 (ElGekoRojo metería el dinero en la otra mitad de la mesa) y luego, lo que te quede tras palmar en la ruleta, lo apuestas a que las previsiones eran ciertas y el detalle que con la mayor ilusión del mundo quiere tener contigo conseguirá que tu escéptico Pepito Grillo lanzará de nuevo una ráfaga de «A ver qué es esta vez» hasta que con treinta años adivines de antemano que van a ser unos calcetines. Preciosos.

Visto en: Zara.

8 respuestas a «Comprar y elegir la ropa por uno mismo»

Mi madre en cambio va a la tienda de siempre, donde la dependienta recuerda las tallas y las elecciones de una vez a la siguiente y se lleva una nueva remesa de camisas y pantalón. Mi padre sólo se compra ropa por si mismo cuando va a Decathlon.

Pero bueno, que yo voy a sacar el pañuelo porque nuestra lagartijilla se nos hace lagarto. Voy a llorarle al hombro a Willy.

Me alegro que pasada la adolescencia apenas crezcamos. Yo apenas compro ropa, sólo cuando mi madre me plancha un pantalón y dice que está para tirarlo voy a la tienda de la esquina y me compro otros vaqueros y una camiseta lisa (si hay). Y listo.

Yo creo que llevo eligiendo mi ropa desde que tengo 8 o 9 años (joder con Chrome, ya me detecta como falta la ‘o’ con tilde entre dos números). Me costó unos años dejar de vestir como Paco Clavel (recuerdo una camiseta parecida a un vómito, o un polo verde con una manga amarilla, otra roja y una franja azul abajo).

En ciertos trabajos te dicen que tienes la ropa muy limpia para venir a trabajar…
(caso real). Yo creo que lo mejor es ser uno mismo y buscar un trabajo que no requiera ir en plan boda, que se supone que lo importante es producir, aunque le imagen dicen que cuenta ajja.

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