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Pensando en alto

Mariposas y huracanes

Recientemente he vivido, desde fuera, dos situaciones de lo más desagradables. De las que te hacen pensar «Putos humanos…». Padres que obligan a sus hijos a ser los mejores. A ser los mejores en un deporte, a buscar ese sobreesfuerzo continuo que culmine con la extenuación. Agotamiento supino cuya recompensa es dejar lo que se esté haciendo. Yo no creo que fuese el mejor padre del mundo, pero es que superar ciertos casos está chupado.

Cada vez con mayor frecuencia vemos cómo algún español es el más joven en algo o destaca por sus cualidades físicas y todavía tiene toda una carrera por delante. Así tenemos a Rafa Nadal, Ferando Alonso, Andrés Iniesta, Ricky Rubio o Íker Casillas y Pau Gasol cuando despuntaron. Los padres, que abandonaron buscar fortuna por la vía musical (como con Raulito o Melody) ven en estas portadas del Marca un espejo en el que reflejar a sus retoños. Algo que empieza como un juego y que termina yéndose de las manos.

Your hard times are ahead

El primer caso era sobre un crío de unos 7 años haciendo flexiones, solo, en medio de un parque, con un balón al lado. Mi instinto fue de acercarme por si se había caído y no se podía levantar o cualquier cosa. Y cuando fui a ver qué pasaba gritó «¡…y treinta!» salió corriendo, dio la vuelta a un par de árboles y al llegar a donde se encontraba quien creo que era su padre le preguntó si ya podía descansar a lo que el hombre contestó si estaba de broma, todavía le quedaba por sudar, literalmente. Así que cogió el balón y le puso a lanzar tiros frente un muro intentando que acertase en un punto. Cada vez que fallaba, un par de flexiones. Suerte del destino uno de los rebotes del balón dio a parar con las patatas de mi cánido (que por tamaño es incapaz de morder algo tan grande, aunque lo intente), cogí la pelota y me acerqué al chaval. Le dije, lo suficientemente alto como para que me oyese el hombre, que parecía muy cansado y que parase o le iba a dar un «chungo».  El chico me dijo que sí, pero el jefe respondió por él, «Nada, nada. Este crío lo aguanta todo» y sonrió como si estuviese hablando del tóner de un plóter industrial. Viendo que yo no tenía nada más que hacer allí solté la pelota y confié en que esa persona pusiera el mismo empeño en que el niño aprendiera a calcular el área encerrada entre dos funciones llegado el momento.

Best, you’ve got to be the best

La siguiente vez fue similar, otra vez padre e hijo. En esta ocasión en bicicleta. El chaval era más pequeño que el anterior, unos 4 años. Yo con esa edad ni siquiera sabía montar en bici sin ruedines. Han abierto un parque cercano aquí detrás y hace cuesta bajando hasta la orilla del Pisuerga, al estar asfaltado y cortado al tráfico se hace idóneo para aprender a montar en bicicleta, patines y cosas así. Pero este hombre, que iba a toda velocidad, ¡estaba compitiendo con su hijo! Un hombre, de unos cuarenta y pocos, totalmente equipado con su casco, maillot, culotte y demás, contra el chaval, que también venía con el full-equip. No hacían más que dar vueltas al parque subiendo y bajando cuestas y el niño, que no podía seguir el ritmo, gritaba «Papá, papá, no puedo más» y el hijo de perra calvo no tiene otra cosa que decir que «Si me ganas paramos». Yo me quedé en un estado de flipación relativa porque ya iba escaldado por el caso anterior. Y no me quise meter. Tal cual había venido me piraba, «Que se encarguen los de asuntos sociales». Y en mi última mirada a la pareja veo que el niño gana terreno al petardo, que se había relajado o se había despistado, y al percatarse de que el futuro Induráin estaba pisándole los talones y a punto de sobrepasarlo empezó a pedalear como si le fuese la puta vida en ello, con un desprecio hacia el chaval enorme. Las prisas, que son malas, hicieron que se precipitara y rodase por una zona con algo de tierra y la rueda (de estas finas que sólo ponen en bicis de competición y en algunas de paseo) le resbalara y se cayera. El niño gana y mi conciencia se limpia con excesiva rapidez.

El abuso de una persona sobre otra ya merece un rechazo pleno. Pero el abuso de una persona sobre otra más pequeña, menos experimentada y a fin de cuentas más manipulable que el electorado de los jubilados es vomitivo. Joder, que mi pensión depende de esas personitas.

Visto en: Absolution y HAARP.

9 respuestas a «Mariposas y huracanes»

Eso lo he visto yo en varios sitios…
Tengo un ejemplo (aunque no es deportivo), de una chica que se le da genial la natacion (habria llegado a ganar varios campeonatos si su madre no fuera como es), pero su progenitora se empeña en el piano. Y ya te digo, las veces que he quedado con ella se pasa como 12h ensayando al dia…

Por cierto, buena relacion con la cancion

Me parece acojonante (lo del tóner industrial me ha matao). ¿Cómo se puede ser tan idiota?

PD: Citar a Muse siempre es un punto extra.
PPD: El área entre dos funciones es la resta de sus integrales, no creo que un niño de siete años pueda hacer eso :P

A un primo mío le pasó a la inversa: jugaba al fútbol como un jodido crack (le nombraban «mejor jugador» en torneos en los que competía con chavales hasta 4 años mayores, una diferencia que a los 10 años se nota), le llamaron prácticamente todos los equipos de primera división para que se incorporara a su cantera y más cosas parecidas. Pero también se le daban fenomenal los estudios y mis tíos, sabiamente y pensando en lo mejor para él, se negaron a que se centrara exclusivamente en el fútbol. Hoy mi primo está sacándose una ingeniería a curso por año y con una media extraordinaria, amén de estar terminando el grado medio de piano. Eso sí, cuando jugamos al fútbol sigue siendo una máquina.

Yo eso lo he vivido también, pero al contrario, con los estudios. Ser verano y que los padres de un chaval que conozco le hagan quedarse en casa la mayor parte de la tarde porque le ponen hacer ejercicios de matemáticas, y no porque se le dieran mal ni nada de eso, si no porque «así no perdía el tiempo».
En fin, son cosas que yo no entiendo. Lo que me pregunto es si los chavales que mencionas no se hartarán algún día y le tirarán el balón o el casco a la cara del padre.

Esos son los padres frustrados y competitivos. Esos que en su trabajo no pueden avanzar, porque son unos gañanes, pero siguen necesitando sentir que son mejores que los demás, así que compiten contra sus hijos, con grandes probabilidades de ganar.

Yo, que soy una de las personas menos competitivas de la historia de la humanidad, de verdad que no lo entiendo. Entiendo querer estar mejor que lo que estabas antes, mejorar. Pero hay gente que lo que quiere es estar mejor que el de al lado, bien mejorando, o bien empeorando al de al lado. O poniendose al lado de uno que esté muy mal.

Butterflies and Hurricanes. Absolution and HAARP. Eres grande, muy grande, aunque donde se ponga Origin of Symmetry que se quiten los demás.

Por cierto, a mi mis padres también me forzaron a entrenar mucho cuando era una cría, con ocho años me pasaba el finde encerrada en el polideportivo de Huerta del Rey entrenando como una condenada y no recuerdo mi infancia como algo divertido…pero ahora tengo una vida maravillosa…
Creo que si llegas alto vale la pena, lo siento por ser la defensora del diablo.

A Ellohir, hombre, imaginaba que el chaval algún día llegaría a un curso donde le entre en el temario.

A El Duque, eso lo veo razonablemente correcto pues, si bien es cierto que podría haber sido un Messi, nunca sabes si vas a lesionarte de por vida o si llegarás a triunfar realmente. Y la carrera de un futbolista mediocre es corta y dura. Pero tampoco parece que el fuera forzado a dejar el fútbol, como el caso de la nadadora que comenta anna77.

A Alyssa, claro que se hartarán, pero hasta los 18, como mínimo, es lo que toca.

A Aloisius, pero la propia naturlaeza humana y el instinto de supervivencia de la especie debería hacer saltar el chip protector por su propia criatura. No creo que sea sólo por competición, puedes tener un crío, enseñarle a jugar al ajedrez o al ping-pong como a Galia y alegrarte porque te supere, lo llaman estar orgullo… no sé qué.

A Galia, 1,88m y unos 87kg, tampoco tan excesivamente grande.

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