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La revista de National Geographic

Ya quedó demostrado que las publicaciones en papel no están muertas, si vas a un bar te ojeas el Marca o el periódico más difundido de la comunidad autónoma de Castilla y León, España, y el decano de la prensa diaria española, pues fue fundado en 1854, que es bastante bueno a mi parecer, o una revistilla, que es genial para el transporte público y, sobre todo, para el baño, que no todo es Twitter escatológico.

Curiosamente yo era de los que pensaban que a las revistas les quedaban dos ratos, Playboy no tiene nada que hacer con tanto sitio web de vídeo porno, decía. Las revistas que solía comprar eran técnicas, Computer Hoy o Hobby Consolas, y claro, si ves que hablan de algo que pasó hace mes y medio, pues no tiene gracia, pero en cambio siguen aguantando el tirón, y es que aunque a mí no me sirvan, seguro que hay gente a la que sí.

No me quiero hacer el cultureta ni el intelectual de medio pelo recomendando la revista de National Geographic, pero merece una ojeada. Yo no la compro cada mes, ni mucho menos, aproximadamente cuatro números al año, cuando se da la casualidad de que me acuerdo, tengo tiempo, dinero suelto y que estamos a primeros de mes, porque sí, me parece que comprar una revista a mitad de su vida útil es tirar el dinero (aunque en este caso no importe por la temática bastante perenne), pero oye, manías. Este mes se han dado esas circunstancias así que la compré. Ya sabemos de lo que trata; ciencia de la mano de la naturaleza, algo de historia, construcciones arcaicas e incluso sociología (cómo se comporta la gente de cara al reciclaje y tal). Todo desde un punto de vista muy serio -o eso me parece a mí-, y es que en un par de ocasiones han caído en mis manos ejemplares de Muy Interesante y de verdad, lo único para lo que vale es para calzar patas de mesas o pagar los vicios a Alvy, no son más que titulares llamativos y respuestas pseudocientíficas que llaman la atención pero de las que puedes pasar completamente («10 cosas que no sabías sobre los huracanes», por ejemplo, típico título de entrada de blog de curiosidades prescindible, o de blog de software que recomienda extensiones de Firefox). Aquí no, aquí escogen pocos temas pero los desarrollan mucho, y joder, que no tiene rival, colocan unas fotazas que se caga la perra. De verdad, no sé qué le ve la gente a esa porquería interesantísima.

En fin, que se me va el post de las manos, cosillas que me llaman la atención de la National Geographic:

Tiene mucho nombre pero apenas vende

Todo el mundo conoce «de qué va» eso de National Geographic; por los documentales, por la foto de la ranita, por lo que sea, pero excepto en la sala de espera de un dentista, ¿alguien ha visto esta revista por ahí? Es que vende poco. Yo, cuando la compro, me cojo el formato pequeño, cabe de lujo en la bandolera, ideal de la muerte para leerla en cualquier lado, y es más barata (no tiene DVD, pero es que tampoco lo iba a ver), cuesta 3,50€, que hombre, a mí me parece bastante para lo que físicamente es. Pero hay que tener en cuenta que no tiene publicidad en exceso.

Con un par de búsquedas se observa como, por ejemplo frente a Muy Interesante, está por debajo, y ya no hay color si en la balanza metemos una revista de cotilleos. Y sí, también es cierto que todos sabemos de qué va el ¡Hola!, con sus insufribles exclamaciones.

En fin, que no sé por qué parece que la gente no se atreve a leer National Geographic y queda como una revista algo más elitista, no sé, es amena, debería dársele una oportunidad al menos. Ahora intento explicarlo mejor.

La gente que lee la revista

La mejor manera de saber a qué público va dirigido algo es a través de su publicidad, si Nintendo saca en un anuncio a dos jubilados haciendo footing, ya se adivinan por dónde van los tiros de la Wii. A mí no me suena haber visto anuncios de esta revista por televisión (curiosamente sí de su revista hermana -y también interesante, esta la pillaba mi hermana- National Geographic Historia). Así que voy a exponer qué anuncios hay dentro del número de este mes, septiembre de 2009, e intentar deducir a través de ello el target de este producto distribuido por RBA:

  • Audi Q7 (todoterreno deportivo) ocupando una doble página, nada más abrir la revista, en el dorso de la portada o cerésima página.
  • Toyota Prius (coche híbrido), a continuación del anterior.
  • Relojes Rolex, una página después de Toyota.
  • Mercedes-Benz Viano edición especial Ice Age, una furgoneta-monovolumen.
  • Nissan (varios todoterreno), una doble página.
  • Campari Red Passion, bebida alcohólca de 25º anunciada por Jessica Alba (más madura y sexy de como la recordaba).
  • Volvo XC60, otro todoterreno más.
  • Ford Mondeo, berlina.
  • Samsung Jét, teléfono móvil iPhone wannabe.
  • Fiat 500 EcoDrive, el nuevo y llamativo diseño del pequeño coche italiano.
  • Kymco Like 50/125, scooter.
  • National Geographic Historia, publicidad de la publicación de la misma casa.
  • Biblioteca Osprey II Guerra Mundial, libros y DVDs sobre la guerra.
  • Biblioteca Julio Verne Edición Lujo, unos libros bastante curiosos (o eso parece en la foto) con las obras del autor francés.
  • True Rum (varios licores con ron), en la parte interna de la contraportada.
  • BMW X6 (todoterreno deportivo), en la contraportada propiamente dicha.

Esos son los anuncios que hay, no me parecen demasiados teniendo en cuenta que el número de este mes cuenta con 110 páginas. El truco de que parezcan todavía menos está en la distribución, los primeros hasta el anuncio de National Geographic Historia van muy seguiditos, de ahí a la Biblioteca bélica no hay nada, pero es donde meten los artículos principales del número, de forma que si la lees del tirón da la sensación de no haber anuncio alguno. Cuando finalizan los artículos vuelven a soltar la publicidad, también muy junta, aprovechando las últimas hojas.
Se puede observar por los anuncios que está orientada a personas adultas (al menos con carnet de conducir) y un nivel adquisitivo alto, esos coches no son un Dacia Logan, en casos como el Audi del comienzo o el BMW del final no indican el precio. Tanto coche indica que está enfocada a los varones, que nos sentimos más atraídos por los vehículos que las chicas. El móvil tan funcional sobre el papel indica que buscan a una persona que trabaje con ficheros de varios tipos, o al menos que los conozca, tal vez un oficinista o un ejecutivo (esto lo digo porque meten un Rolex). Por otro lado hay una cosa que me ha descuadrado un poco, la scooter Kymco. Una moto barata. Es cierto que mucha gente se enfunda un traje y va a su trabajo encorbatado y en scooter, pero no suelen ser modelos bajos y el anuncio buscaba un impacto visual fuerte (un dibujo imitando un grafitti). Que Fiat coloque un coche orientado a un público joven con el Fiat 500 apoya la teoría de llamar la atención no sólo a los que pueden permitirse un todoterreno de lujo y un reloj de cuidado, capaces de comprarse una colección de Verne más llamativa que la que podamos encontrar en una librería de barrio.
Esta gente, la de los todoterreno, suelen ser nuevos ricos que ni se plantean preguntarse cómo funciona la maquinaria que hay en mitad del Adriático para proteger Venecia. Los que intentan tener algo más de estilo son cuatro. El tema de gente joven lo veo más factible, ya que aunque no pegue mucho con alguien de 40 y muchos o 50 y pico años, sí suelen demostrar interés por el estado del planeta. Y aunque ni todos los jóvenes se comprarán un Fiat 500, ni todos los que se agencian un BMW X6 son nuevos ricos ignorantes, ni todos los que llevan un Rolex intentan ir de enteradillos, creo que son los grupos a los que intenta convencer esta revista. Son poco numerosos, así que se comprende que no venda más.

Los pies de foto

Todo lo escrito hasta ahora no eran más que excusas para poder colar esto, el verdadero motivo por el que me gusta esta revista son sus pies de foto. Son enormes, insultántemente largos. Un ejemplo:

En un faro abandonado, unos jóvenes mascan qat. Su ligero efecto estimulante ayuda a soportar las penurias de la vida en la capital. Cada día aterrizan en un aeropuerto cercano aviones cargados de qat.

¿Qué hubiera puesto yo? «Jóvenes somalíes drogándose en un edificio en ruinas». No me lo curro nada, en ocasiones, a los alt de las fotos les coloco un texto sin preposiciones o artículos, de «La mesa de color verde de la tía Juana» pasa a ser «Mesa color verde tia juana», y me quedo más ancho que largo. Pero esta gente no, cuida esos detalles que consiguen meterte de lleno en cada imagen, que vivas cada foto, una pequeña historia en un párrafo. En un número que tengo por ahí, de junio o julio, hicieron un reportaje sobre un parque natural finés, las fotografías eran asombrosas, pero el texto que las acompañaba hacía que lo disfrutaras mucho más.

Esto, sumado a que cuidan el formato de dos columnas (idóneo para ese tamaño «recortado»), la cantidad y calidad de imágenes, las buenas traducciones de los artículos originales, la entrega de los colaboradores y los editores que se involucran de lleno con los temas asignados, la facilidad de lectura y su fluidez (gracias a un lenguaje para humanos y no sólo para químicos, biólogos, espeleólogos y otros logos que no tienen mucho que ver con una ingeniería, explicando los conceptos que éstos sí conocen), el respeto por informar y dar importancia al contenido (lo que comentaba de la publicidad al comienzo y al final) hace que de vez en cuando me pregunte de qué hablarán en este número y me acerque al kiosko a comprar la revista.

Deberíais probar si no lo habéis hecho ya.

Visto en: En serio, National Geographic es muy , muy interesante.

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Menores frente a internet, ayer y hoy

El otro día me metí en Tuenti, como cada martes, para ver si había pasado algo interesante en la vida de algún colega y porque me sonaba que próximamente es el cumpleaños de uno, pero no recordaba ni cuándo ni de quién. Ya entonces tenía en mente cerrar mi cuenta, perfil, página o lo que sea en ese «servicio». Se ha convertido en el nuevo Fotolog, no estoy descubriendo América diciendo esto, lo sé, pero con lo bien que estaba Fotolog muerto…

No me gusta nada mezclar internet y familia, pero cuando empiezas en esas mierdas de redes sociales es difícil mantener una línea divisoria y defenderla ferozmente. En definitivas cuentas, que claudiqué y permití a algunas personas «cercanas» invadir mi intimidad social. Empecé con un primo que va a hacer 18 y a los pocos días se acopló su hermana, va a hacer 13. Primero pensé, «¿Qué cojones hace una cría aquí?» Parece ser que la gente de Tuenti (a los que ya se les está yendo el tema de las manos) hicieron un barrido completo y se cepillaron a todas las personas menores de 14 años. Esto es una tontería, no hay forma de saber a ciencia cierta la edad de nadie con un formulario, si para acceder a Tuenti tienes que haber nacido, como mínimo, a partir de una fecha, con especificar una fecha anterior ya estás dentro (el requisito de las invitaciones es un cachondeo).

A modo de experiencia personal, cuando yo era más crío y no se había comenzado a expandir la banda ancha en España y alguien intentaba acceder a una página con contenido para adultos sucedían dos cosas, que el index de la web tenía dos enlaces, uno que te llevaba a las fotos tamaño 150 por 100 píxeles de unas tetas, y otro con el texto «Exit» que enlazaba a la página de Google o a la de Disney. Imagino que habréis vivido todo esto igual que yo. Dar al botón de entrar significaba una confrontación entre el deseo y la moralidad de cada uno. No había más filtro que ese. Y por lo que se ve no han evolucionado para nada. Probablemente para un niño estadounidense con unas ideas del bien y del mal más bíblicas sí tenga el resultado esperado, como en las películas donde muestran a un chaval dudando entre hacer algo malo y empieza a sudar y uno piensa «Joder, no es tan difícil, si fuese yo lo habría hecho hace rato». Aquí no tememos tanto el castigo, creo yo. Y en fin, que una vez aprendimos a borrar el historial y la caché de nuestro Internet Explorer 4 ó 5 ya nos creímos dioses. Dioses que jugaban al Pokémon emulado en un Pentium II, pero dioses al fin y al cabo.

Por aquél entonces las crías no eran como las de ahora, no tenían teléfonos con cámara con los que hacerse fotos en el móvil, con flash rebotado, empezaba a ser normal lo de llevar móvil, se vivió un auténtico boom y decían que Nokia vendía 70 terminales cada minuto. Una locura. Pero bien, siendo sinceros, a las niñas sí que les gustaba exhibirse, había discotecas para menores donde hacerse la borracha con un chupito de cerveza (y ya me parece demasiado), revistas con portadas llenas de fotos de los macizorros de la tele, maquillaje, tacones etc. Nadie sabía maquillarse, nadie sabía andar con tacones y por mucho que se dijera nadie sabía qué hacer con el cuerpo de aquél maromo (todavía con pelos en el pecho, apurando, que quedaba poco para que llegaran los metrosexuales), pero hombre, todos hemos tenido esa edad, y los tíos empezábamos a conocer nuestra fuerza y las tías (que llegaban antes a ese punto) jugaban a ser señoritas. Todo un caos de hormonas.

Volviendo al presente, esta chica se había hecho una de esas fotos y había etiquetado (esto es, asignar a una parte de la foto un cuadradito donde se supone que hay una cara) a todos sus contactos entre los que me encontraba. Y al verlo, flipé. Puse cara de «Esta juventud se va a la mierda», como la que ponen nuestros abuelos cuando ven por la tele un botellón -y razón que tienen-, y me quité mi cuadradito. Con el panorama se me olvidó mirar la fecha del aniversario, me di cuenta a las dos horas o por ahí así que volví a entrar y, ¡sorpresa!, me habían «etiquetado» de nuevo en esa absurda foto de niña desmadrada al más puro estilo lolita de High School Musical, pero vestida (porque no tiene nada que mostrar). De nuevo me desmarqué y directamente me desligué de toda relación con este proyecto de persona que lo tendría bien jodido para ir pasando de curso en la ESO si no fuera por la basura de leyes que crea el Ministerio de Educación.

Siguiendo con ella como ejemplo, sus padres le regalaron un portátil por aprobar su curso (o por hacerlo sin haber suspendido más de dos, no recuerdo bien), algo que a todas luces se ve como malo para alguien de esa edad. Yo no tuve ordenador propio hasta bien llegados los 15. Mis padres siempre me decían que tuviese cuidado con Internet, que no me metiese en chats etc, etc, lo del hombre que regala golosinas con droga a las puertas del colegio, pero a los 2.0. Está la economía como para ir regalando vicios. Se debía principalmente porque internet era algo realmente nuevo y la gente lo desconocía. Ciertamente estaba lleno de trampas que terminaban en peticiones de tarjetas de crédito o programas que se conectaban a la red telefónica para chorizarte, aquellos dial-up famosos que murieron con el ADSL. Y aunque hoy en día navegar de forma segura es mucho más fácil que hace nueve o diez años siempre está el miedo lógico a que tu hija caiga en una red de pedofilia. Bueno, las cosas claras, si le pones en la mano un móvil pepino, un portátil para ella sola y no tienes ningún control sobre sus estudios ni sobre lo que hace con esos aparatos, más te vale ponerte a rezar para que la chavala salga bien.

La única manera de «proteger» a los menores hasta de sí mismos que me parece factible es recurriendo a la biométrica como ya expliqué, sobrecargando las máquinas de la policía revisando cada acceso (como hace la Universidad de Valladolid, por ejemplo). Pero sobre todo, y esto ya suena a tópico, la culpa es de los padres que les facilitan vestirse como putas, que estén pendientes de dónde se meten sus retoños y que bloqueen las páginas que consideren necesarias, porque tecnológicamente hablando no podemos ayudar a que crezcan mejor. Y que por mucho que se empeñen los políticos, aquí no tienen nada que hacer, como en tantos otros ámbitos donde meten sus corruptibles narices.

Visto en: Era el día 10, que sí que lo miré.

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Las camisetas de «I ♥ …»

Ahora que se empieza a notar muy ligeramente el fresco (al menos de noche) y la gente apura sus últimos días de bronceado quiero hablar de las camisetas que llevan algunas chicas, las que heredan de la conocida consigna «I ♥ NY».
Estéticamente no son gran cosa, una camiseta blanca con ese mensaje y sus variaciones. Bueno, puede que la original fuese así, las de ahora son unas camisetas muy largas (que hay quien lleva casi a modo de vestido cubriendo con ella su delicado cuerpo) y tipografías que abandonan la Times original y dibujos que se inspiran en la marca neoyorquina, pero poco más.

Ese corte largo y veraniego es tremendamente sexy. De hecho, hoy mismo en un autobús, me he dejado enamorar un rato por una pelirroja preciosa, con la cantidad justa de pequitas, de esas que tienen la mirada, esa mirada y esa expresión que dice «Soy guapa, estoy buena y lo sé», es una mirada que me pierde. De verdad, era un rostro espectacular, no quería que se bajase nunca del bus, iba diciendo para mi interior «Que no se baje, no, no te bajes, no, Dios, estás tremenda» y se giró, se contoneó como sólo las chicas realmente atractivas saben hacerlo (no se trata sólo de físico, hay una conducta que no se adquiere en ningún centro de cirugía estética ni ninguna peluquería, es una pizca de arrogancia divertida que me atrae sobremanera) y al darse la vuelta, porque por más que yo quisiera se iba a bajar, dejó ver unas letras en el dorso de su camiseta que rezaban: I ♥ me more. A eso me refiero con lo de que está buena y lo sabe. Me levantó una sonrisilla y, aunque me quedé mirando cómo desfilaba demostrando una seguridad en sí misma apabullante, no me levantó nada más, que tampoco soy un mono.

Estas camisetas son unas prendas que pegan realmente bien con minifaldas y sandalias. No me preguntéis por qué, pero me parece que van así. Y no lo digo porque sea una manera fácil de enseñar cacha, sino porque como la bajada de la camiseta llega hasta hasta tan abajo, la minifalda debe aportar una sensación de seguridad de que si se sube la camiseta no se verá nada, pero desde fuera la ilusión es que «sólo» lleva eso. Como toda la ropa que es aparentemente grande y tiene una forma un poco baggy, de bolsa, pues es aprovechada por las chicas más rellenitas y consiguen un efecto contrario, a través de la camiseta se notan esos kilitos y con la minifalda y las piernas (que en muchos casos están arqueadas) más gordas el resultado no es el mismo que el de mi muy profundamente amada pelirroja, oh, diosa de la tierra prometida de la lujuria.
Algún día debería escribir más en serio sobre por qué si a una modelo algo le queda bien es probable que a otra chica le sienta como el hojaldre. Pero eso, otro día.

I love my boy

Otra cosita referente a las camisetas de amo tal y cual son las camisetas I ♥ my boy. No sé cómo será en otros sitios, pero aquí en Pucela Capital se han puesto muy de moda y se venden de maravilla. Y es que hay que reconocerlo, son las reinas del cotarro de todas las camisetas I love. Son, de largo, a las que más partido se les puede sacar. Son las camisetas de los putones, pero joder, es que el que tuvo la idea es un puto genio. Tienes 14, 15 ó 16 años, los «novios» te duran dos ratos, ¡pero la camiseta no! Da igual que ahora la chica esté con Juanjo 1, cortarán y podrá vestir igual cuando comience a salir con Juanjo 2. El súmmum de la moda. A mí me parecen unas camisetas increíblemente útiles.

Vamos, hasta soportaría regalarle una a la pelirroja y que luego la lleve mientras está con otro. Pero sé que no lo hará, esa chica, por ser, seguro que es hasta buena persona. Qué extraño concepto tengo de la fidelidad, la leche.

Visto en: Madre mía, soy una maruja.

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Curiosidades Música

Soy capitán de un barco inglés

En cada puerto tengo una mujer

Soy capitán, soy capitán,
de un barco inglés, de un barco inglés,
y en cada puerto tengo una mujer.

La rubia es, la rubia es,
fenomenal, ¡fenomenal!
y la morena tampoco está mal.

Si alguna vez, si alguna vez,
me he de casar, me he de casar,
me casaré con la que me guste más.

Visto en: El router de Playskool.

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Dar limosna y la mendicidad artística sufragada

Va a sonar terriblemente hipócrita que diga que no acostumbro a dar limosna a nadie cuando tengo la manía de mendigar clics en la publi, pero así es uno. No suelto monedillas por costumbre, pero también por convicciones. No tengo problema en mirar para otro lado. Y es que para mí, la gente que profesa una mendicidad profesionalizada debería ir a prisión (o de vuelta a Bulgaria).

En una ocasión, a las puertas de una iglesia en Roma, de viaje de instituto, nos pusimos a echar un mus, dos grupos, ocho personas. Era de lo poco que había a la sombra, estábamos en un rincón y el templo tenía las puertas cerradas así que supusimos que no estorbaríamos a nadie que quisiera entrar o salir. Cuando ya llevábamos unas manos apareció una mujer de unos 50 años con un cartel mirando a «esos locos extranjeros jugando con cartas y bolitas de papel», se colocó al lado y nos echó poniéndose muy chula, porque durante las siguientes cuatro horas esas escaleras eran suyas y de nadie más (a no ser que saliera el párroco o llegara un carabinieri). Nosotros nos piramos, no teníamos intención de montar bronca y menos aún fuera de nuestro país.

Esta anécdota que os he metido doblada al más puro estilo abuelo cebolleta es un ejemplo de cómo funcionan estas cosas. Si hace cuatro años y medio eso me parecía mal, triste y pobre; ahora me parece mal, sucio y un negocio redondo. Y como tal, como negocio controlado por mafias, debería perseguirse a pie de calle. ¿Cómo? Fácil, con una ley, decreto-ley, normativa o lo que sea que convierta la mendicidad en delito. ¿Injusto? No si matizamos correctamente.

Mendicidad

Como he dicho, en muchos casos la rumana que vemos en la misma esquina todos los días no es la misma rumana, sino que ha venido el relevo y hace el mismo ruido. Ruido muy molesto, por cierto. No es como un cambio de la guardia real del palacio de una gran casa real, no, nada de eso. Simplemente una persona que grita «¡Una ayudita por favor!» recoge su cartón mientras llega otra con otro cartón gritando lo mismo, ambas con un vaso de McDonalds en la mano y unas monedas que juntas no llegan a 40 céntimos. La primera persona cogerá un autobús o subirá a una furgoneta -conducida por un varón- que hace una ronda recogiendo gente así mientras que la recién llegada se arrodillará hasta el siguiente turno. Con precisión. No conozco cómo es por dentro pero es fácil imaginar un sistema jerárquico donde una familia oprime a otras que llevan menos tiempo en el país y la solución más rápida y sencilla es ponerse a pedir. Y yo, que soy un tío elegante, me siento molesto por este panorama en la acera. Así que con esta gente, mano dura. O al menos hacer que se callen y pidan silenciosamente y en unas zonas controladas.

Artistas y mutilados

Aquí llega lo difícil, hay gente que pide porque realmente no tiene ningún otro medio de vida (y si ese medio es poner a un niño a mendigar o a levantar carteras, a la hoguera con ellos también) y se ve forzado a vivir en la calle y pedir dinero para comer, literalmente. Y esto es así y en todos los sitios pasa. Suelen ser vagabundos que también se enfrentan entre ellos para obtener un hueco privilegiado en una transitada calle de alguna capital. Si se ilegalizase la mendicidad la policía haría la vista gorda con esta gente, igual que con las drogas, no se intenta eliminar a los camellos de poca monta (o mendigos normales), hay que ir a por el iceberg entero incluyendo capos (o mafias de mendicidad).

Lamentablemente hay dos «colectivos de pedigüeños» que merecen ser vistos con otro prisma, los mutilados y los artistas callejeros (no me refiero a perroflautas con diábolos). Los primeros me dan muy mal rollo, las cosas como son, ves a alguien que hace años era un humano normal y ahora no tiene cuerpo más abajo de las rodillas o sólo un brazo, marcando el hueso en el codo convertido en muñón, muy desagradable. Por la cara de estas personas saben que o bien han sido adictos a la heroína y de tanto picarse perdieron una extremidad, o bien lo siguen siendo. Para estas cosas soy muy categórico. Como no me salgo de estas casillas me niego a soltar dinero para ayudar a alguien a que pille caballo o alguna mierda, se muera un poco más y encima me dé las gracias con la cabeza torcida y la mandíbula inferior desencajada.

Veterano trompetista

Finalmente los que sí me gustan son los «mendigos activos» y es que me da pena llamarlos mendigos, pero «músico callejero» tampoco suena demasiado bien, y menos si no se trata sólo de músicos. Pero ciertamente, lo más corriente es que sea así.
No todos son buenos y no a todos les echaría una moneda, pero se la merecen y se la ganan de verdad. No entiendo lo cruel que puede ser el destino que prepara Santa Cecilia para estos pobres, que Bisbal, con las mierdas musicales que hace y lo mal que folla (que se oyen cosas por ahí) esté donde está y un pobre negro con rastas y gafas de sol (de noche) que domina el saxo como nadie y que querrías que te acompañara todo el camino hasta tu destino esté malviviendo en un albergue, con su instrumento en mal estado y con unas expectativas de futuro tan desalentadoras. Es muy de hijo de puta comprarse un Mac y no darle al chaval más que una mirada de agradecimiento espiritual, porque con eso no se come, lo sé. Acepto los cargos de cabrón. Pero no tan rápidos, ElGekoNegro tiene un plan.

Todas las ciudades tienen una serie de calles peatonales (que suelen estar juntas) con más ajetreo que el resto. Aquí en Valladolid tenemos la calle de Santiago que recorre desde la Plaza Zorrilla a la Plaza Mayor y es en la que se centran muchas tiendas, las calles colindantes son de ese tipo. Calles con comercios, con escaparates bonitos, con mucho trasiego de gente etc. Bien, yo, después de sacar la ley de penalización de la mendicidad, haría audiciones para estos músicos y los colocaría ahí. Por descontado que no puedes meter a todos, señores gordos tocando la guitarra hay a patadas, sudamericanos disfrados de indios americanos con una flauta de pan también hay para parar un tren. Habría que escoger a los mejores, al saxofonista de antes, a esa chica de Europa del Este que tanto dominio tiene con el violín. Se escogen varios y se colocan estratégicamente, donde su música pegue bien con las tiendas cercanas; si su repertorio es clásico, pausado y calmado, los de la relojería de lujo no tendrían problemas en tenerlos cerca, si es algo más animado puede encajar con la entrada de un Pull & Bear, ambientes que encajan.
Además de eso no estaría mal acercar más cultura a esos lugares, un caricaturista o un espectáculo de guiñoles que sea suficientemente bueno, tal vez una pareja de acróbatas o bailarines (de los de Fama no, yo quiero gente con nombres de verdad). Y aquí viene lo importante, ponerles el sueldo mínimo interprofesional a esta peña. ¿De dónde lo sacas? Pues está claro que no puedes subir impuestos a toda una ciudad por algo así, aunque ni se notaría en el bolsillo porque es poco dinero a pagar entre cientos de miles de personas, pero siempre habrá algún gilipollas (que será la oposición política en ese ayuntamiento) dispuesto a decir que no es un sistema justo para los aspirantes a los puestos y que aunque no se haya dicho cuánto van a cobrar seguro, seguro, seguro que es abusivo y soltar semejante idea es una desfachatez. Así que no queda otra, inflar ligeramente la factura a los establecimientos de esa zona. Así, por la cara. Y aseguro que funcionaría. Si bien ahora mismo, con la economía por los suelos, añadir 15€ al mes al pobre anciano que regenta la cuchillería desde que era aprendiz puede suponerle un golpe muy fuerte en la cuenta, pero hay que ser dudo, si no lo puede pagar que lo deje, que seguro que encuentra locales más baratos en otra zona y seguro que hay empresas dispuestas a pagar ese plus por establecerse en una calle así. O eso quiero pensar.

Visto en: Y de los que se quedan mirando y aplaudiendo el espectáculo y se piran cuando pasan la gorra también debería hablar.