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Préstamos y créditos Sabadell

Crisis, el tema de moda. Todos la sufrimos y todos debemos aprender a convivir con ella. Solicitar o pedir un préstamo bancario requiere más suerte que papeles hoy en día, lo que conlleva que nos veamos obligados a dividir nuestros ingresos (escasos, generalmente) de una manera aún más eficiente. Lamentablemente esto no suele ser suficiente y, llegado el momento, podemos ver la necesidad de solicitar un crédito.

El crecimiento del Banco Sabadell en estos últimos cinco años ha sido desorbitado, garantizando una rentabilidad que aporta, sobretodo, seguridad. Y eso es lo que necesitamos, saber que la entidad bancaria en la que confiamos podrá resolver nuestra situación y acomodarla en todo lo que pueda.

Banco Sabadell ofrece diferentes tipos de créditos que se adecuarán de una manera lo más precisa posible a nuestra situación actual; familiares, auto, de estudios o cursos, másters y renta. Cada uno de ellos con un destino claramente identificado siendo el más interesante, a mi juicio, el referente a los másters porque una de las mejores cosas que podemos hacer en estos momentos es mejorar en todo lo posible nuestra educación (y, por tanto el currículum) de forma que nos sea más fácil acceder a un puesto superior en nuestro empleo o simplemente, formarnos. Si, además, nos ayudan a financiar esta oportunidad, creo que merece, cuando menos, perder un par de clics mirándolo.

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Lagarto Pensando en alto

Viajar solo

Toc, toc, ¿se puede? Bueno, paso, ¿eh? ¿Hola? Creo que me sentaré ahí. Verá, eh… a ver, me he enterado que voy a tener puente en diciembre, el de la Constitución y tal, ya sabe, y bueno, he estado preguntando por ahí qué hacer, porque me gustaría ir a algún sitio, sí, ya entiende, «siempre quise ir a L.A., dejar algún día esta ciudad, cruzar el mar en tu compañía». Pero nada, no hay manera, no hay opción de que nadie pueda acoplarse a mis planes, por dinero, por trabajo o por estudios. Y es, digamos, un puto asco.

Pasajero esperando al tren

He estado mirando en internet, ¿sabe? Hay bastante información sobre viajar solo. Casi todo, usted disculpe, son gilipolleces para solteros y, sobretodo por lo que he visto, solteras desesperados por pillar cacho en vacaciones: cruceros, escapadas románticas con desconocidos. Sí, un espectáculo en el que no quiero participar. No me atrae, no me motiva, me resulta bastante deprimente, ¿no lo ve así? No, espere, deje que me explique. Sí, a ver, yo no soy (aún) un desquiciado pasteloso exasperante que aspira a pasar su vida con alguien siempre que se alguien se cruce ya mismo en su camino. Por dios, es que es demencial. No quiero tener nada que ver con eso. Entonces, bueno, ¿por qué no me voy yo solo por mi cuenta? Principalmente, sí, ¿cómo dice? sí, sí, yo mismo respondo, principalmente porque no me llama la atención esa idea. En un viaje compartes experiencias, ¿qué sentido tiene visitar un lugar si al final del día no tienes a ningún compañero de aventuras con quien hablar de ello? No me va el rollo mochilero, triste trotamundos, no, de verdad que no lo veo. ¿Es normal?

¿Qué hago yo en medio de Londres, o Berlín o Katmandú más solo que la una? Fuera bromas, lo de Katmandú lo veo, pero por tonterías esotéricas más propias de aventuras de Corto Maltés y su Samarkanda literaria. Tendría sentido si fuera por algún motivo que justifique todo y no diera opción ni espacio a duda alguna, como una mudanza o un asunto laboral, pero por favor, hablamos de turismo, ¡yo solo! Todo para aprovechar unas vacaciones largas. ¿Usted lo ha hecho alguna vez? Oh, no, no me mire así, seguro que conoce a alguien pirado… ¿eh? sí, vale, aparte de mí, pero no es el caso, decía, fijo que conoce de casos de algún tarado que se ha atado una sudadera Reebok a la cintura y se ha plantado el solito con una vieja Kodak a recorrerse el mundo en un fin de semana.

Sólo le pido que comprenda mi miedo, que yo estaría encantado de curiosear a mi aire por Forbidden Planet o no pensármelo dos veces a la hora de comprar la mayor pijada y horterada imaginable únicamente porque no hay ningún otro cerebro cercano que pueda juzgarme o reprocharme nada. Pero seamos caudillos, ¿qué?, oh, vamos, era un chiste, ¿sí?, no me joda, gilipollas ñoño, sí, ¿y?, no hay huevos, pues no se ría, que vale… A lo que iba, subnormal, que, por ejemplo, sin un colega a mano que haga un sutil gesto con la cabeza para informar del rubiazo monumento que nos vamos a cruzar, creo que los viajes no me gustan. Pesado, que sí, que ya sé que existe gente que se hace el Camino de Santiago por su cuenta y riesgo, pero yo para eso pago 200 dólares al día y me voy a Bután, al Monasterio del Tigre, a rezar en un acantilado. No busco paz interior, ni expiar mis pecados, ni encontrarme a mí mismo, ni probar sustancias raras. Quiero irme, por ahí, de normal, conocer otros lugares, y no sé si hacerlo yo solito o dedicar esos días a arrepentirme y convencerme de que he tomado una decisión correcta, sea cual sea, mientras me entretengo con otra actividad. Cerdo, pero sí, eso por ejemplo.

Y bueno, no ha dicho nada, ¿qué me recomienda? ¿Debería volverme aún más loco y lanzar un dardo a un mapa para conocer mi nuevo destino? ¿Perdón? Ah, no, no, era una forma de ha… Sí, Ryanair, por ejemplo, bueno, ¿qué más da? Que si hago la mochila, vamos. ¿Lo está apuntando todo? No, no, no me diga eso de que se ha terminado mi turno porque… eh, ¡espere!, ¡cretino!

Visto en: Psicotravel.

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Lagarto Pensando en alto

Punica granatum

Soy el peor devorador de granadas del mundo. Pero me encantan y es temporada. En casa tenemos un granado (el compositor no, su bisnieto mago que conozco en persona y que durante un tiempo vivió en mi cuarto tampoco) y, cosas de la naturaleza, ha dado granadas. Deliciosas. Excepto dos, que eran las más bonitas por fuera. Una bella metáfora de la vida, ¿no? La típica guapa de postín que resulta estar podrida por dentro, ¿no? Rodeada de otras muchas chicas del montón pero que guardan un interior asombroso, ¿no? Ya sé que a nadie le gusta esta coletilla, ¿no?

Granada abierta con granos esparcidos

Es un fruto espectacular. Maravilloso. La granada es la quintaesencia del packaging en la naturaleza. Es el puto no va más del mundo del empaquetado. El hecho de tener una hermana [que me quiere] diseñadora es que te hace estudiar este tipo de materias (que de lejos son gilipolleces pero desde dentro asustan al más Norris de nosotros). ¿Hay algo en el mundo que venga mejor envuelto que los granos de una granada? Suena a pregunta chorra de monólogo del Club de la «Comedia». Pero lo cuestiono sinceramente, el recubrimiento, la protección y el envase de su manjar es una joya al alcance de pocas frutas y mucho menos, empresas. Una plátano, por ejemplo, la piel del plátano lo protege pero se reblandece con facilidad y el extremo que separa la pieza del tallo es particularmente blando. No se puede comparar. Aparte, la forma del árbol y, por supuesto, las flores, son estéticamente más llamativos en el caso del granado.

La granada es una fruta inteligente. Extremadamente inteligente. Intenta esparcir sus semillas para que sobreviva la especie (más granados) y vamos que lo consigue. He comenzado diciendo que soy una pésima persona comiendo granadas. «Una pésima» no, la peor. Las semillas de las granadas, los granos, en mi caso, menos en un plato o en mi aparato digestivo terminan en todas partes, ¡el sistema funciona a la perfección! Es cierto que aún no he visto a absolutamente nadie capaz de comer todos los granos de una pieza de estas frutas (alguno siempre se va de excursión). Mi caso es más alarmante. Quiero decir, si dejamos a un invidente enfermo de Parkinson haciendo equilibrios encima de una pelota grande de goma cortando el pelo a un Terrier os aseguro que ese perro tendrás más posibilidades de ganar un concurso de belleza canina que yo de comerme más de la mitad de los granos de una granada. Y, lo mejor, aunque sólo tuviera una tijera de jardín de infancia que apenas corta papel de escaso gramaje, tardaría menos que yo con mi tarea, a la que puedo dedicar, fácilmente, veinte minutos, como un señor (un señor inútil, pero un señor). Hay a quien esto le da pena (no yo, dan por hecho que no hay solución si dejamos de lado el encierro psiquiátrico, lo de desperdiciar esos granos) y me mira con odio. «¡Estás malgastando recursos naturales!». No va a acabar muy bien este post pero ese tema del aprovechamiento me la sopla. A mí me gustan las granadas, con lo que ello conlleva para el fruto y las manchas del suelo.

Visto en: Wikipedia, que yo ni idea de cuál era el nombre científico de la frambuesa. Ah, ni del granado.