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Historia de una tarde invernal

Llego a casa, no hay nadie, un mensaje en el móvil: No estamos, tienes macarrones en el horno. Qué típico. Caliento… uhmmm huele bien, ¡gracias mamá! Como. Termino, lo sucio al lavavajillas. Sofá, tele, buen cómputo. Futurama, repetido, lo veo, anuncios, Fly Music, Editors, me gusta, termina, La Sexta, anda, hoy se acababa el Tomate, qué morbillo, últimos minutos del escote de Carmen Alcayde. Prefiero a Patricia Conde.
Todo finaliza. Aún no ha venido nadie… juego con la perra, pelota, juguete, morder, fiú-fiú, escaleras arriba, escaleras abajo. Me canso, ella termina pasando de mí.Enciendo el ordenador, Access, vista SQL, cómo lo odio… pasa una hora, hora y media, no aguanto más, Win+L. Ya volveré.
Cojo cámara, cojo iPod. Hugo tenía razón: ya va siendo hora de que conozca la calle. No hay luz y hace frío, pero da igual, forzamos la ISO y nos ponemos la capucha de la sudadera.
Disparo una vez, dos, tres 17 veces, he cogido el corto confío en que 80mm sea suficiente alcance. Camino. Un hombre de 60 años se fija en la cámara, me fusila con su mirada: a ver lo que haces, ¿eh?, me siento reportero del corazón: la calle es de todos añado «subnormal» lo suficientemente bajo como para que sólo lo oiga yo, se va cabreado. Me siento mal, pero en el fondo es lo de siempre, que le jodan. Sigo caminando, 34, 48, 52 fotos, llego al puente. Cerca del Pisuerga hace todavía más frío, sólo escucho los coches y a The Killers. El diafragma se sigue abriendo y cerrando, abriendo y cerrando. Las fotos hasta ahora no son nada del otro mundo, borro unas 20. El puente es fotogénico. Apago la cámara y me acerco un poco más, en el modo auto el flash viene de serie, no me percato, no lo desconecto, un conductor para su Focus cerca, grita: ¿eres un picoleto? Me sorprende, sonrío tímidamente, en el fondo no me hace gracia: No, ¿por? Se alivia: Pensé que estabas fotografiando a los coches, como los radares. Es absurdo, kafkiano. No digo nada más, se marcha, intento analizarlo todo y buscarle un sentido… no puedo. 74, 85, y 97 fotos.
Vuelvo a casa, hay vida, subo a la buhardilla, ordenador, tarjeta, 97 fotos, se salvan 13, me conformo.

La Bohême

Necesito una cerveza.

Visto en: Pucela capital.

11 respuestas a «Historia de una tarde invernal»

Yo en Pingüinos estaba haciendo fotos y había un grupo de motos y al lado un coche mal aparcado. Estaba yo haciendoles fotos a las motos y sale un fulano y me dice… «qué haces?» ‘Pues saco fotos’. Se queda entrecortado el fulano… «eres de la Policía» y creo que respondí igual que tú: media sonrisa… ‘no, solo hago fotos a las motos’ «uf, que susto… vale, gracias».

El tio tenia pinta de gilipollas, típico 24-26 con mercedes deportivo de papá. Idiota…

Me alegro de que os guste la instantánea, ninguna de las subidas han sido retocadas, algunas recortadas, pero nada más.
Tendré que acostumbrarem a ser observado con la cámara.

Tenía pensado escribirlo en tercera persona pero me pareció que no quedaría bien, así que probé así y me gustó. Gracias.

Me parece de estúpidos preguntar a alguien que esta sacando fotos si es policia. Le tenías que haber contestado que sí, haber que cara se le quedaba.

Tengo que buscarme una placa de mentira e ir haciendo el ganso por ahí con ella. Buena idea cuervo xD

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