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Pensando en alto

El encanto de los guantes para conducir

Los que me conocéis (ahm, a estas alturas apostareía que todos) sabéis que me acerco al mundo del automovilismo y ‘la moto’ más desde un punto de vista romántico y clásico que meramente funcional: ir de un lugar a otro, es decir, ir de un lugar a otro pero intentando que sea de la manera más lovely que se pueda y tildando de soso de los cojones a cualquier otro que no lo vea así.

Bien, pues no sólo sigo igual, ahora me han solicitado que vaya un pasito más. Preparando el examen de circulación del carnet A2 (última de las tres pruebas) el profesor se extrañó de que la moto se calase al ir a parar de manera que me pidió que condujera sin guantes o probase con unos más finos a ver si era eso o el propio vehículo. La moto está en el taller por un problema con el embrague y yo salí con una idea que había tenido en la cabeza desde hacía años (probablemente antes de conducir coches) y que inexplicablemente se había quedado oculta en una caja hasta este instante: hacerme con unos guantes para conducir. Sé que suena extravagante pero voy a hacer hincapié en que es algo de lo más natural, más aún si, como decía, tenemos una idea romántica y bobalicona acerca de máquinas de más de una tonelada que mal usadas matan a gente. La cajita que se encuentra frente al copiloto se llama guantera por algo, glovebox.

Afortunadamente para mi enfermizo ego, tras la película Drive sólo la chaqueta hortera se ha puesto de moda entre los hipsters, pasando desapercibido el detalle preciosista de la conducción de Ryan Gosling con el corte clásico de este tipo de guantes, ese que incluye un agujero justo en el dorso de la mano además de los orificios para los nudillos. Será cosa de Meteoro, que me esforcé en dejarlo grabado en la retina. Y eso que, yo, no soporto llevar guantes. Nunca me ha gustado y no creo que nunca me guste. En invierno, si hace frío, me cruzo de brazos con las manos cerradas muy fuerte o meto las manos y buena parte de la muñeca en los bolsillos tirando hacia abajo del pantalón, pero en una moto no soy tan gilipollas como para no tener miedo de caerme y rozarme hasta sangrar.

Los guantes de moto, así como toda la ingente cantidad de ropa y accesorios para motoristas es cualquier cosa menos elegante. Es práctica porque está pensada para un fin que cumple bastante bien: abriga y protege, pero sus colores chillones escogidos para mejorar la visibilidad del piloto raras veces resultan apetecibles al ojo, apenas las dos o tres ocasiones que ponen a un famoso a vender algo (Ewan McGregor. Siempre.), que no es reflejo de la realidad. Algo similar sucede con los cascos sólo que, al contrario, la sobriedad y la falta de dibujos y colores absurdos hace que se coticen menos y su precio baje considerablemente siendo idéntico modelo. Gracias.

Jinba ittai

Como era de esperar yo ya me he puesto en la búsqueda de unos guantes que me permitan circular en ambos vehículos a sabiendas de que, por mucho que se empeñe el personaje de Ryan, conducir un coche con guantes sólo queda bonito si éste es descapotable. Unos que no resulten muy cantosos mientras circulo, que me protejan la mano en caso de accidente y que no me causen mucho calor. Muy probablemente los ELMA de ciervo. Muy a juego con un casco Ruby y gafas.

Visto en: Le Mans. Por ejemplo.

4 respuestas a «El encanto de los guantes para conducir»

Tenía un compañero en mi anterior trabajo que conducía orgulloso un Alfa 33 con unos guantes de halterofilia o parecidos, malla al dorso y piel en la palma, puntas de los dedos al aire.

Cuando me compré el coche yo también quería conducir con guantes, así que cogí unos que tenía para la bici de montaña y los usé durante dos trayectos de 20 kilómetros. Ridículo. La palma estaba acolchada, el dorso era de nylon para llevar la mano fresquita en la bici…

Lo dejé hasta que, años más tarde, se puso de moda callejera llevar guantes de piel de mano completa, ajustados con corchete y agujereados al dorso. Finísimos. Recuerdo a Kira Miró llevarlos en un programa de Cuatro. Mi novia me regaló unos Tommy Hilfiger y tras el WTF inicial (¡de marca! ¡¿tásloca?!) y unos días de adaptar la piel a mi mano (entraban justitos, al cerrar el puño parecía que fueran a romperse las costuras) puedo afirmar que fueron los kilómetros más placenteros que he conducido nunca jamais.

Hasta que un íoputa me descorchó una cerradura del Golf y se los llevó. Los dejaba a la vista, ¿quién iba a pensar que fueran a abrirte el coche en Madrid para mangarte unos guantes usados y sudados?

No te compres unos guantes para conducir en internet, vete a una tienda de guantes y te darán unos absolutamente a la medida de la mano. Con el ritual del cojincito y toda la pesca que, yo no he probado, pero del que sólo he oído maravillas.

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