Categorías
Lagarto

Anhedonia a un grado bajo cero

Soy la persona más apática que conozco. Y conozco a bastantes personas, siempre espero conocer a algún otro ser que además de parecer majo o arisco muestre una clara indiferencia y una falta de motivación por emprender cualquier tipo de aventura. Hola a los del fondo.

Hoy he ido al cine. Sólo por comentar. Una señora ha dicho en alto que Sherlock no puede morir. Ahí tengo los libros, creo que la colección no está completa, pero bueno, muere. La gente es imbécil. No se preocupe, mujer, que el bueno de Doyle lo resucitó para ustedes.

La verdad es que no tengo nada de lo que quejarme, y eso que soy un quejica, no hay nada a mi alrededor que merezca una sola mala cara, nada. Estoy en una posición envidiable y que, de hecho, algunos ya envidian. «Terminando» la carrera, con un empleo relativamente cómodo, con la capacidad económica suficiente como para darme prácticamente cualquier capricho (cosa que no hago, pero ahí está). Es una rutina cálida, manejable, de esas de «No me jodas ya he perdido el bus». Un sin más, un meh, un vacío completo.

Me sumerjo en un autismo voluntario. Sin explicaciones, sin preguntarme nada para ahorrarme el tener que buscar respuestas aunque sepa de antemano lo que contestar. A veces pienso que me he acostumbrado, tal vez por haberme forzado yo mismo a ello, a esta sensación de frialdad interesada que consigue que no me entusiasme un ápice por prácticamente una mierda. En fin, hace casi un año, una psicóloga, que a efectos prácticos no era más que una chica con la que un amigo estuvo hace un tiempo me hizo contarle mi vida por encima y terminó llamándome «Jodido loco de los cojones». No me fastidies, tantos años de carrera refinada y habla igual que un tertuliano de un programa de corazón o un entrenador de fútbol cañí. Su parte de razón tendría y, la verdad, me hizo mucha gracia, no siempre uno tiene la oportunidad de que le diagnostiquen una locura de manera médicamente aceptable.

No pongáis esa cara, no le hice mucho caso, aunque igual hubiese sido mejor quedarme un rato más en el diván. No lo sé, y lo mejor es que no me importa. Vale, no sé si es lo mejor, ya he dejado de querer saberlo todo. Eso sí es preocupante, no recuerdo en qué puto momento de mi vida reciente he dejado de ser curioso. Creo que fue en el mismo en el que empecé a adelgazar mucho sin saber por qué y luego a engordar al mismo ritmo sin ninguna explicación. Cualquier persona dirá que es por algo tiroideo, está de moda entre los enteradillos hospitalarios y a todos se lo hacen mirar, me he hecho pruebas, está todo bien. Es mi maldita cabeza. Hay algo que no funciona bien ahí arriba. Ha habido hoy un par de momentos chungos, dos hostias, bajones momentáneos. Me he salido como he podido de los dos jardines en los que me había metido. En uno me metieron, pero es igual. Son pijadas que afectan. Me duele la cabeza cuando intento descubrir qué falla, qué tuerca tengo que apretar o aflojar para que pueda volver a fluir esa… vida, no sé, no me encuentro bien. Imaginad que tenéis un puto mapa del Sokoban en vuestro cerebro, pero un mapa enorme, con millones de cajas y tienes que ir moviendo todas y colocando cada una paso a paso. Bueno, más o menos es lo que llevo unas semanas, unos meses, intentando hacer: poner orden. He intentado priorizar las cosas que me rodean, como si crease una lista de tareas pendientes y nada fuese simultáneo, no hay concurrencias, cada cosa a su tiempo. Y no iba mal, era cómodo, pero después de un tiempo me he dado cuenta de que me sentía exactamente igual. Vacío.

Pero un vacío creciente, un agujero negro que está apoderándose de mi ingenio, de mi creatividad, diría que hasta de mi memoria. No suelo utilizar borradores pero en octubre escribí un pequeño relato, uno de esos oscuros, malvados, en fin, que sólo lo entendía yo y que me hacen sentir bien sólo dejando por escrito que no es así. En ese relato escribí una cosa que me parecía que encajaba con toda la ambientación catastrofista y casi sanguinolenta de la historia «[…] y así sucumbir a los siete pecados capitales de provincia que ahora […]». Y va José Mota y se marca un puto especial de nochevieja con esa coñita. Antes me hubiese enfurecido pero entré aquí y me cepillé el relato, sin cabos sueltos ni lamentaciones. Y no me molestó, joder, no me reconozco. Os aseguro que ese agujero negro es bestial. Nada agradable.

En fin, sed felices, que es de lo que va todo este asunto de la vida y tal, aprovechadlo, mamones. Imaginad que dejáis de leer esta clase de mierda literaria, escrita desde lo más profundo de mi putrefacta cloaca mental para convertiros en los que escriben una basura semejante desde un pozo de lodo creyendo que covierten sus textos en oro. No, deja, mejor, sed felices.

Visto en: A serotonina revuelta, ganancia de psiquiatras.