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Pensando en alto

Gente que parece que viene de follarse a una oveja

Sonríen, te los encuentras por la calle y sonríen. Ahí, en medio de la acera, nadie sabe de dónde han salido, colocándose la camisa por dentro del pantalón, con media sonrisa tonta. Felices, esquizofrénicos, drogados, lo que sea. Sin bombas de humo de mago de medio pelo, miras una vez, nada, vuelves a mirar y aparecen, con sus cuarenta y pico años y cara de pícaro, la bragueta abierta y una mano en el bolsillo.

Qué puta guarrada.

Doblas una esquina y de una bocacalle oscura sale otro hombrecillo con raya a un lado y transistor Sanyo en la mano, medio descojonándose, no sabes si todavía le gotea la puntita. Una auténtica cerdada. Te miran y se ríen.

Hijos de puta.

Visto en: Por ahí, qué se yo.

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Pensando en alto

De la tontería de la envidiable vida estudiantil

Pisamos los talones a junio y en dos patadas lo alcanzamos. Una de las ventajas de pertenecer a la clase social YY (aparte de no protagonizar realities) es que te encuentras por el camino a gente en la misma posición que tú, otros que acaban de salir de ella y que ahora solamente «Y trabajan» y otros que llevan años así. Soy el menor de la plantilla y muchos miran raro que con 21 años ande de becario con otros de entre 25 y 28, y se ponen a comparar y recordar. Ahora que aprietan los exámenes se escucha mucho menos, pero la gente sigue pensando que la mejor vida es la de estudiante. No es así… generalmente.

Day 23 - Exam hall

Para empezar, el concepto de «vida de estudiante» es confuso y nunca estará claro porque depende, necesaria y lógicamente, de qué se estudie. Un error bastante común es gritar a los cuatro vientos que es la mejor vida porque tus recuerdos no pasan de la ESO (o el equivalente) y llevas 25 años trabajando en un puesto de mierda. Tu memoria, quejica mamón hijo de perra, se queda con lo que viviste, que básicamente eran los recreos, las excursiones y pocas horas de clase de verdad. Que el peor recuerdo que mantengas sea el de haberte intentado aprender la lista de reyes godos lo deja claro. Por supuesto que, en tu caso, la vida de estudiante causa envidia, eran unos juegos. Si hiciste algo más y con más edad peor todavía, porque ya salías «de fiesta» y alternabas las clases, de forma que los recuerdos son aún más felices al identificar tus años de estudiante con guateques de esos de Cuéntame.

Si por el contrario comenzaste una carrera probablemente tus recuerdos se tornen algo menos alegres, en el primer curso intentas mantener el ritmo de salir casi cada fin de semana como en Bachillerato (o semejante), pronto te das cuenta de que hace meses que no vas al cine y que a este amigo con el que tantas risas te echabas lo ves de Pascuas a Ramos, te dejas caer por algún cumpleaños para que la gente crea de verdad que sigues vivo y no has cambiado nada (y tal). Cuando te paras a fijarte ves que llevas eones encerrado en un camino que va de casa a la universidad, y vuelta. La siguiente vez que sales, desacostumbrado, es en una cena de empresa donde vuelven a recordarte lo bien que se vive siendo estudiante.

Sigamos. Una cosa está clara, y es que los peores momentos de este tipo de vida son los de la época de exámenes, todavía hay quien piensa que esto es una semana mala y el resto Jauja. No. No por los exámenes en sí, sino porque se alarga descomunalmente el horario de cada uno, de estar un buen puñado de horas en clase y luego lo mismo en casa para intentar aclararte de qué cojones has copiado, se avanza a un estado similar, con menos horas de sueño y más de comprensión. Cuando uno trabaja, 8 horas, 10 incluso, llega a su puesto de trabajo, se aburre, se cansa, pero sale de allí y ya está hasta el día siguiente. Aquí no. No veo la ventaja. Es cierto que en ocasiones tocará llevarse el trabajo a casa y hacer el esfuerzo de quedarse hasta la madrugada (como un estudiante), pero serán casos puntuales que de realizarse en el lugar adecuado nos pagarán a precio de oro. No es comparable.

De dónde viene el mito no lo sé, se asocia una vida de rutina y cobros con gastos (y éstos con responsabilidad), además de desarrollarse a una edad mayor donde las juergas son menores generalmente -pero cuando se dan se mean en cualquier botellón improvisado-, esto habría que compararlo con una etapa de la vida pasada donde el nivel de preocupaciones era menor salvo contadas excepciones y la frecuencia de diversiones podría ser mayor, que habría que verlo.

De forma que no, los estudiantes no vivimos mejor por mucho que aquél tipo que lleva tres horas sentado y que levanta la vista de su As de antes de ayer para ver si mueve alguna carta de su solitario, la misma pauta que cada mañana, y que con arrogancia y superioridad de haber pasado sin pena ni gloria por un módulo de calientasientismo y mantenerse en su puesto a las duras y a las maduras se sonría al recordar lo feliz que era con sus cuatro amigotes robando vino de vete a saber qué bodega con quince años, cuando se suponía que estaban aprendiendo las razones trigonométricas, cosa que dejaron abandonada al descubrir que aquello de los senos no es lo que esperaban. Ocurre lo mismo que con una relación terminada: todos nos intentamos quedar con lo bueno, los paseos, los guiños, los senos…

No os engañéis, porque lo intentarán, ser estudiante es duro (o esta es mi experiencia), la mayoría de las profesiones que llevan a cabo quienes lo recriminan y cuya labor se basa en iteraciones y conocimientos básicos de una materia, no. No me jodáis, que de eso tengo ganas.

Visto en: Otro episodio más de mi propia The Office.

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Blogs

Blogstar

Alexliam el importante

Nunca serás un blogstar hasta que el proxy de una oficina decida que tu nivel de entretenimiento es mayor que el de mi amigo Quique, o el del diario más vendido, y sólo es comparable a Facebook o YouTube.

Esto es así, lo sabes y te jodes.

Alexliam, qué cojones tienes, figura.

Visto en: Websense.

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Pensando en alto

Tarificación por carácter en los SMS

Lo que propongo no sé si existe, no sé si llego tarde, no sé si llego adelantado y ni siquiera sé si soy el único interesado. Por de pronto soy el primero que lo escribe en este blog, y ya con eso contento. Veréis, soy una persona que suele olvidarse bastante del teléfono, que tarda en responder llamadas y mucho más los mensajes. De hecho me da pereza escribirlos (también puede que se deba a que debo ser el último mono con un terminal que incluye teclado y que nunca aprendió a utilizar el T9 por falta de paciencia) y termino llamando, ya diré por voz lo que pensaba escribir. Realmente no es que pase del tema, es que no tengo la necesidad de mirarlo de forma continua ni la gente me mete mucha caña, si a esto le sumamos que mi teléfono siempre está silenciado ya se comprende que no sea el tipo más puntual en este aspecto (y varias regañinas ya me he llevado por esto).

El caso es que el tema de los 140 caracteres siempre me ha sentado mal. Generalmente porque se me quedan cortos, esto me obliga a intentar escribir todo del tirón, letra a letra, e ir reduciendo espacios o vocales hasta que el contador de caracteres excedidos baja a cero. Y termino dejando un mensaje de lo más cani, sólo que habiéndolo escrito bien de primeras para luego joderlo. Tardando bastante más que intentando acortarlo desde el comienzo.

Pero ahora también me jode lo contrario, que me sobren huecos en blanco. Un ejemplo, tienes que responder a algo sí o no, que has quedado, que si te pasas a buscar a alguien, lo que sea. Lo que se solventaría con dos letras (o un código concretado de llamadas perdidas que os aseguro no suele acabar bien) termina siendo un «Bueno, vale, me acerco ahora» o «No, tío, me pilla a desmano». Para rellenar el espacio. ¡Qué derroche!

Mi solución, como dice el título y repito, sin saber si ya existe (yo no la conozco), pagar por cada caracter utilizado. Por ejemplo, excluyendo IVA, si un SMS actual cuesta 15 céntimos y permite enviar hasta 140 letritas, se calcula el precio de cada caracter (aproximadamente 0.00107€/caracter). De forma que si necesitas escribir, por ejemplo, «Hey, como estas? Me han dicho que te ingresaron por lo del herpes aquel y tal, que puto mal rollo, al final cortaste con esta? Luego me paso por geriatria y te veo, mamon. Taluee» que así, a ojo, son 178 caracteres te costaría 0.19€ (un pelín más, pero aquí redondeo). Sí, más caro que un SMS, sí, ese texto lo puedes acortar para que quepa en un mensajito, sí, con un plan de datos mandas un mail sin preocuparte del tamaño del texto. Pero yo mando esto, aunque pague más, y me quedo a gusto. Porque quería poner eso y lo puse. No hay más. Tal vez sea esta una de las razones por las que Twitter sigue sin engancharme.

Ya dejo de intentar aportar granitos de arena, que se han ido de la playa, creo.

Visto en: Bzzzp, bzzzp.

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Lagarto

La casa del árbol

Permitid que siga abusando de los recuerdos de épocas más despreocupadas. Años donde lo peor que podía pasar era no ver el episodio de Power Rangers o de las Tortugas Ninja de un día y tener que esperar a hablar con los compañeros de clase para que te lo contaran. Una vida plácida y envidiable que no se sabe apreciar hasta años después. O eso o sólo me acuerdo de los momentos vibrantes y bonitos. No sé, últimamente estoy de un sentimentaloide ñoño que igual que cogen para ir de gira con Alex Ubago.

La verdad es que dentro de nuestro vandalismo ilustrado: dejarnos caer por una colina, terminar a balonazos o pedradas sin saber cómo había empezado nada, éramos un poquito americanos. No hacíamos volcanes para el eterno proyecto de ciencias porque no teníamos ciencias, ni proyecto, y lo único que sabíamos de volcanes era que en una isla donde la gente va de vacaciones hay uno inactivo; pero teníamos, oh afortunados benjamines, una casa en un árbol. No era originalmente nuestra, la encontramos ya «construida».

La construcción, no os creáis, era lo más pordiosero imaginable. Tablas clavadas el el tronco para poder acceder a una superficie irregular con clavos oxidados sin techo ni nada, y una única pared. Nada como las de los ewoks con pasillos. No, esto eran restos de una choza peligrosamente destartalada donde subíamos a pasar los ratos muertos, que no eran tantos, en esas tardes de los primeros años de Primaria. Allí subíamos juguetes, no recuerdo muy bien el motivo porque para bajarlos recurríamos a los beneficios de la gravedad, y perdíamos ropa. Como el techo era meramente testimonial recurrimos a protegernos de la frecuente lluvia con nuestros propios jerseys entrelazados en las ramas de aquél grueso árbol, cuya especie no recuerdo porque siempre se me ha dado mal todo lo que fuese biología, botánica, química o relaciones sentimentales. Lógicamente esto duró el tiempo que va desde que lo haces hasta que tu madre se entera.

Una tarde llegamos allí y habían subido un coche de carreras, de metal, muy chulo, que no reconocíamos. Nosotros, por tomarnos aquello como una gran ofensa y una invasión al territorio que, por puro derecho y azar era nuestro, destruimos aquél regalo de los abuelos a un niño a base de simples lanzamientos y carreras por circuitos poco aptos. Putos animales que éramos. Al día siguiente todo el árbol estaba tomado por chavales un curso mayores que nosotros. Ya estaba la guerra perdida.

La última vez que paseé por allí habían talado el árbol. Hijos de puta. Ni siquiera se ve desde Street View. Y hace más de una década que no veo a la gentecilla aquella con la que trepaba allí arriba.

Visto en: Guipúzcoa.