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Pensando en alto

Viene de un manzano

Son casi las seis de la madrugada, no hagáis ruido. Mi neurona no da mucho más de sí, advierto. Lo justo como para criticar levemente un refrán que todo el mundo ve correcto menos yo. Ese que dice «¿De dónde vienes? – Manzanas traigo», que nos imaginamos que es una conversación. Uno pregunta de dónde viene al otro y este otro contesta diciendo que trae manzanas, se ha de suponer que significa que el segundo no ha comprendido la pregunta y es tonto. Vale, pues yo no lo entiendo así.

A saber cuántos siglos tiene el refrán en cuestión, modernicémoslo, «¿De dónde vienes? – Traigo bolsas del Mercadona». Coño, pues viene del supermercado, ¿es que no has visto que va cargado? Subnormal. Ahora el que no se entera y parece tonto es el primero.

Y no tiene más, si ahora volvemos al original, «Manzanas traigo», gilipollas, viene de un manzano. O de la frutería. Te está respondiendo con elocuencia, no le toques las narices, tío listo. Yo toda mi vida he encontrado sentido a esa contestación. Si fuese, «¿De dónde vienes? – Me sueno los mocos con papel de lija», pues todavía. Una cosa no tiene nada que ver con la otra. «Patada en los cojones» style.

Visto en: Y buenos días.

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Lagarto Pensando en alto

Imprimir y fotocopiar en la oficina

Pues nada, ya es viernes otra vez. Y nadie sabe cómo ha sido. Debería estar estudiando. Hace un rato lo estaba, concretamente, estaba imprimiendo (desde el portátil a la impresora conectada al exhausto sobremesa y sin ningún problema, curioso) unos apuntes y unos manuales que necesitaba. Puedo tenerlos en pantalla, pero soy bastante old-school para estas historias, me va el rollo de sujetar el papel y pasar una hoja, volver a la anterior, apuntar una línea con el dedo dando a entender que es importante, volver a mirar el título de qué coño estoy leyendo… Este tipo de cositas que, en un PDF, pues, oye, que no es igual.

En estas andaba, folio por aquí, grapa por allá, cuando me vino a la cabeza un recuerdo de este verano. Yo aún estaba de becario, un día, solo en la oficina. Estaba preparando una asignatura de septiembre y en ese momento me dedicaba más a ello que a la aplicación que se suponía estábamos montando. Decidí imprimir lo que tenía de aquella asignatura por la impresora del despacho, una HP láser monocromo grotescamente grande e insultantemente rápida. Y no pude parar. Una vez lo tuve impreso me pregunté, «Coño, tío… ¿y por qué no?». Aquello para mí era como un hotel con buffet de folios y tinta. Todo el tóner para mí. Sabía que muy difícilmente fuera a terminar leyendo todo lo que puse en cola de la misma forma que sabes que 3 tostadas más te las comes por gula y no por desnutrición. Sí, en casa imprimo lo justito y desayuno más bien poco. Pero cuando se abre la veda… Me quedé sin folios, bajé a por más. Y me ventilé cerca de 700. No sé cuántos árboles son, el tejano rico estaría orgulloso. Una puta burrada. Me lo pasé pipa y lo más chachi de todo es que no tardé prácticamente nada, apenas un par de horas y eso que mientras tanto estuve buscando más papel hasta que decidí ir a pedirlo. Confieso que carecía completamente de moral y ética. Vergonzoso.

Tenemos a disposición de los alumnos una láser pequeñita. No la utilizamos más que un puñado de chavales. No va muy fina y a veces se cuelga, a veces se calienta, a veces no coge los folios y a veces sólo imprime los laterales. Nos cambian su tóner gratis. Si funcionase bien la tendríamos esclavizada. Montaríamos nuestro McGraw-Hill de tapadillo en un minuto.

Ahora que estaba tirando hojas y he visto los pocos folios que me quedaban en la bandeja, los otros pocos que tengo en la estantería y la lentitud de las máquinas de inyección de tinta he echado de menos aquella mañana veraniega donde, lo reconozco, no di un palo al agua, y pude derrochar tinta y papel a placer.

Sé que esto pasa en todas las oficinas. Yo quiero volver a estar en una y echarle morro aprovechándome de los recursos de otros para poder explicar mejor mis ideas, cual Marshall cuando descubrió el departamento gráfico. Claro que lo volvería a hacer, y claro que debería seguir empollando.

Visto en: Y de las copisterías hablaré en breve.

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Apple Pensando en alto

Mis estúpidas teorías sobre la batería del iPod

Mañana presentan, o eso dicen, el no va a más de la tecnología. Mirando el reloj veo que lo presentan hoy. Ya sabéis, la tabla de cortar con una superficie de metacrilato capaz de distinguir el chorizo de la morcilla. Aprovechando la expectación voy a soltar un par (es decir, dos) de tonterías que creo fielmente, pero que no puedo demostrar, sobre la batería de sus reproductores de música. A lo mejor dentro de tres años y pico tengo otra sobre las de sus portátiles, no lo sé.

La batería nunca se acaba en medio de una canción

Seguramente sea más falso que un doblón de chocolate blanco pero a mí nunca me ha pasado lo de quedarme colgado a mitad de subidón. Me he ido montando mi historia y he llegado a la conclusión, repito, probablemente falaz y ficticia de que el aparato tiene un sistema inteligente capaz de calcular la batería restante y mandar la señal de corte de energía entre tema y tema. Y así es, apuesto uno de mis bucles a que a cualquiera de vosotros le pasa continuamente y esto se va al traste en un periquete.

Las canciones lentas hacen que la batería se estire más

Esto creo que puede tener sentido. Como al «bailar» una canción rápida (lo que se entiende como hacer que punteas un bajo e imitas a cualquier semidios en pleno riff sobre una Les Paul) se gasta más energía que con una melodía más calmada, mi mente asocia esto con que al aparato reproduce con menos esfuerzo una pieza relajada y gasta menos batería así. Sí, soy así. Como un niño pequeño.

¿Alguno comparte mi visión sobre este absurdo tema? Supongo que no, tenéis cosas más sabias en las que pensar.

Visto en: One more thing. Y tal.

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Pensando en alto

Decir ‘cagar’ cuando quieres decir ‘cagar’

Se me ha roto el cepillo de dientes. No sé ni cómo. Lo he cogido y un crujido después se ha separado en dos mitades. Todo sigue igual. Como lo del plugin, que planeaba terminar esta noche. De cualquier modo, al tema. Estaba recordando una conversación que mantuve con una señorita (y como señorita que es no creo que quiera verse salpicada de toda esta mierda -nunca mejor dicho-) sobre lo delicados que somos a veces cuando no tenemos por qué.

No tenemos problemas en soltar expresiones como «Iba cagando leches» para dar a entender que alguien iba realmente rápido. O para mostrar un enfado repentino. Si alguien tiene miedo está cagado o tiene cague, sin problemas. En cambio, cuando literalmente queremos decir cagar, pero cagar, cagar, de lo de echar mierda por el culo, nos da palo. Bueno, yo lo dije en aquél momento, y la respuesta fue un «qué fino» hasta los topes de ironía.

No, muy mal, si no nos cortamos un pelo cuando tiramos de metáfora debemos apechugar con el lenguaje y aceptar a esta palabra en su significado original, adiós a algo infantil como «hacer caca», basta ya de recurrir al soso «hacer del vientre». Porque esto es como follar, no importa cómo lo digas, significa lo mismo que hacer el amor. Nadie tiene problemas en decir «follar». Igual de sucio es hacer caca como cagar. Si quieres decir cagar, pues hombre, dilo. Esto con mear no pasa y es su término hermanado.

Visto en: No, puercos, nadie estaba cagando cuando surgió.

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Blogs Pensando en alto

Aquellos maravillosos bufones

Vamos a hacer amigos. Puede que en realidad no. Ya me responderá FeedBurner cuando me dé por mirarlo. El caso es que ahondando en los muchos paradigmas sobre los que se cimenta algo tan valioso como internet he llegado a la conclusión de que uno se me escapa. Tiene que ver con los modales, la netiqueta y la doble moral. Hipocresía vendida por progres de mercadillo que, haciendo un siempre bienvenido símil político, recuerdan a estos demócratas que rechazan los votos legítimos de los italianos y ponen el grito en el cielo por un escándalo de trajes y euros mientras miran para otro lado cuando les hablan de un tal faisán.

Lo que pasa es que hay gente que, aquí en esta internet neutral (y tal) deciden, Dios sabe a cuento de qué, ser quienes eligen a las personas de quienes puedes reírte. Tal cual. Me explico, si haces un chiste donde Bill Gates y Steve Ballmer mueren tendrás a tus discípulos hadcore bien adiestrados riéndote las gracias. Si sueltas algo cachondo sobre los cuatro días que le quedan (y ahí sigue) a Jobs por lo del cáncer merecerás la horca. ¿Por qué? Es igual de perturbador en ambos casos. Que aquí mucho sentirlo todos pero de Irene Villa nos sabemos un porrón, ¿eh? Porque una cosa está clara, ni Gates ni Ballmer son inmortales, no dejas de reírte de una desgracia con un chiste así.

Pero lo que más me molesta es que existen casos más cercanos donde, sin ningún sentido, se traslada esta conducta a un panorama donde parece que todo mindundi puede hacer chistes con Dans. Sí, el pobre hombre es blanco de críticas vagamente mordaces desde hace tiempo y nadie sabe cómo ha sido. Puedes decir prácticamente cualquier burrada que si aparece él de refilón en la tontería tienes aplausos asegurados. Es injusto. Yo no he tenido mucho contacto con él, solamente la anécdota donde fui a buscarle y resultó ser una persona la mar de cercana y agradable. Yo creo que si tenemos la valentía suficiente como para meternos a saco con una persona que, la prueba está ahí, es seguido por miles de cerebros, deberíamos ser consecuentes y extrapolar esto a todos los que participan en internet. Tanto los que ofrecen su número de móvil como los que se protegen en la sombra criticando al primero desde la cálida trinchera que es colocarse anónimamente al otro lado del feed.

Quiero decir, ejemplifico, si eDans comenzase a dar cera a diestro y siniestro apuntando a cada una de las cabezas que lo critican (¡y a la par lo siguen porque necesitan de él!) se le echarían los guays encima y al responder, uno de los amigos de estos cobardes se colocaría una túnica naranja y con el pelo rapado aconsejaría a su colegota no alimentar al troll, aunque el troll original hubiese sido su compañero.

¿A qué se debe esta doble moral tan barriobajera?

Estos puteadores con la boca pequeña, libérrimos y en ocasiones irritantemente educados, acostumbrados a tener siempre la última palabra porque de ellos es internet, a su imagen y semejanza se creó (si no se atribuyen el mérito de haberla desarrollado ellos mismos), ansiosos de material de terceros (porque ellos tienen ideas propias, pero apenas contenido para generar, espectadores activos) del que hablar con una exquisita corrección y comentarlo con sus compinches de cloaca me tocan las narices sobremanera. Cansados ya de lamer el culo a Alvy aprovechan sus artilugios y fanatismo por sí mismos, devotos de su propio ser, para ensuciar y trastocar de una manera ladina todo este tinglado lleno de cables, servidores, antenas y bytes colocando estacas en los pechos de las personas que mínimamente se molestan en dar de comer a Google.

Y así, fieles lectores, termina esta crítica a este comportamiento deleznable. Mañana volvemos (creo), bueno, al menos yo. Vosotros no sé, supongo que sí, como es gratis. En fin, lo dejo de vuestra mano. Hasta entonces.

Visto en: 20:45.